martes, 1 de marzo de 2011


Lloro, y de mis ojos caen cristales que rasgan poro a poro la delicadeza de mi piel. Lloro, y se abren las cicatrices para retraerme en la memoria la certeza de un dolor que no me pertenece. Seco mis lágrimas, y en mis dedos pintan sangre de una vida significativa que nunca conoceré. Lloro, y la transitoria ambivalencia me vuelve frágil y me impide sujetarme a la razón de ser. Y lloro, por mis vertebras escurren gotas que reflejan mi osadía detrás de tu perturbación. Lloro, sin ningún rencor he de llorar, para así purificar las emociones cristalinas que sumergen silenciosamente mi voluntad. Lloro, y las pasiones reprimidas se convertirán en la odisea del inconsciente y su deseo de libertad. Y lloro, sacrificaré los miedos y de los ojos huecos nacerá una flor genuina para volar y (des)integrarse. Sonrío, y mi naturaleza introspectiva seducirá inadvertidamente tu superflua contrariedad.
Imagen: Daisuke Ichiba