Hace unos meses me encontré con
la escritura de una mente que detona en una elipsis del espíritu, que flota
genuina y a la vez profunda; una escritura catatónica, que siente y presiente
el aura avasallante del mundo, y lo expone. Se trata de Virginia Woolf,
perteneciente al “Bloomsbury Group”, y precursora de una escritura
experimental, sin someterse al canon estético de su época, que decidió terminar
con su vida sepultando su cuerpo en las aguas del rio Ouse, cerca de Londres.
Caigo en
cuenta de que como Virginia, son otras las escritoras y artistas suicidas,
sobre todo de la época moderna hacia nuestros días, que me han inspirado en los
últimos seis años, y me confrontan con la necesidad de crear, y de
vincular la poesía, no solo con otras formas de crear, sino con un modo de
vida, con una visión del mundo, que es a su vez la recreación de nuestro
espíritu.
Para
todas ellas, he decidido comenzar con el viaje inhóspito de la creación de un
libro que estoy segura, me llevara por las propias grietas de mi sombra, de mi
entendimiento, su nombre: Relatos
Póstumos.
Alejandra
Pizarnik, Francesca Woodman, Virginia Woolf, Alfonsina Storni, Ana Mendieta –y
las que me encuentre en el camino-, son algunas de las mentes lúgubres, pero
apasionadas y con un lenguaje desencadenado a las que rendiré un homenaje
póstumo. Y visto desde una mirada causal, es definitorio lo que estas mujeres
tienen en común: desde posturas filosóficas, la relación con el cuerpo, con la
naturaleza; la náusea de padecer una época en el detrimento del ser. Mujeres
que se perdieron en su propia sombra, pero que dejaron un eco de su existencia
a través de su obra.
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