jueves, 19 de mayo de 2011

Pasajera

Durante los años que llevo transitado por la ciudad en el transporte público –comúnmente en el taxi-, he pasado todo tipo de experiencias. Desde que mi ingenua distracción me haga subir al taxi equivocado y tenga que bajarme una cuadra después, o pasar innecesariamente por una colonia que me da temor; escuchar conversaciones privadas, superfluas e incomodas, tanto de los pasajeros como de los choferes sindicalistas; subirme sola y alcoholizada a altas horas de la noche y activar el nihilismo negativo y alucinante que habita dentro de mí; olvidar el dinero y no tener con qué pagar el pasaje; hasta una de las que más me han impresionado: un taxista que llevaba a sus hijos, ambos de no más de seis años, quienes coreaban entusiastas las canciones norteñas y narcocorridos que sonaban desde la radio. Pero mi sorpresa llegó antes de semejante acto fanático reproductor de antivalores, cuando uno de los pequeños cuestionó a su padre por haberse pasado un semáforo en luz roja. El hombre, cómodo, justificó su acción ante los niños. En fin, en el transporte público una se encuentra de todo. Algunas veces me pierdo en mi morbo inconsciente y observo los rostros, las actitudes y los modales que son innegables de los pasajeros. Pero reacciono y dejo de desquiciarme con mis delirios de socióloga. Prefiero concentrarme en leer, observar detalladamente los paisajes urbanos, las tonalidades del caos; y crear una historia nueva con matices surrealistas.
Casi olvido otra de las cosas que me sumergen en el transitorio recorrido por la bella Tijuana: la diversidad musical. Así como hay choferes que van desde el albur, hasta la conversación amena; existen diferentes gustos en música para amenizar el trayecto. Se escucha a José José, Los Panchos, Snoop Doggy Dogg ft Dr. Dre, y hasta a las Mary Jane Girls en la magic 92.5; hay para todos. Pero lo que hoy por la mañana me provocó nauseas –y no por el ayuno- fue la nefasta estación en donde trasmiten un programa carente de sentido conducido por ese personaje que de cómico no tiene ni los bigotes , el tal indio Chon. No pude escuchar en que tema se centraba el “debate” del día, pero hablaban sobre la biblia y el famoso “juicio final del 21 de mayo”. De pronto una llamada entra al aire, una mujer de avanzada edad quien hizo evidente su fanatismo religioso y pensamiento totalmente intolerante. Decía que los narcos, las lesbianas y los gays no deberían existir, que son el mal de la sociedad y que jamás en la biblia fue escrito esto y aquello; a lo que los conductores no lograron refutar inteligentemente. Sea cual sea el tópico de la estupidez diaria de estos personajes, es de pena ajena que existan este tipo de programas donde un hombre utiliza la figura de indio mexicano para saturarla de clichés y vanagloriarse de ser mexicano, cuando de la historia, cultura y situación psicosocial por la que atravesamos como Nación, le es totalmente indiferente. Ante tal desagrado intenté hacer conversación sobre semejante insulto cultural con la pasajera de al lado, pero ella sonrío y calló. Lo único que salvó ese momento fue el mensaje de mi adorado novio: “mejor recuerda tus sueños para que los escribas”; después de haberle relatado detalladamente mis sueños interestelares.