lunes, 16 de abril de 2012

El cuerpo: espacio metafísico

El cuerpo mismo sabe decir “yo” [...]
El sentido común es lo que mejor comparte el cuerpo.
Michel Serres

Poco se habla de la relación con el cuerpo y las ciencias sociales; de la capacidad generadora del arte –en este caso de la danza- en la construcción de realidades alternas que van constituyendo una identidad, sea esta personal o colectiva. Las ciencias sociales han contribuido, aunque muchas veces en discordancia unas con otras, a identificar las distintas significaciones del cuerpo, en tanto al valor intrínseco con las representaciones simbólicas,  sociales, políticas, culturales, biológicas. El estudio del cuerpo sugiere pues, una perspectiva inter y transdisciplinaria.
Alexis Jardines (2004), en su obra El cuerpo y lo otro, afirma que el despojo y subvaloración del cuerpo constituye uno de los tres grandes ídolos que han obstaculizado la comprensión del fenómeno humano.[1] De esta manera, relacionamos lo que Russo concibe  “el arte como la construcción de mundos, y el cuerpo como el lugar de existencia profundo”.  Es decir, a través del arte se generan dicotomías entre la relación biológica y social con el cuerpo, o la incidencia del orden biológico para explicar lo social y cultural –o viceversa- de la experiencia.
A continuación, una entrevista realizada a la argentina Lucía Russo por Josefina Camus, donde se plantean además de los temas introductorios desde su percepción y experiencia en el mundo de la danza, la medida de la producción artística en Latinoamérica.

JC- ¿Puedes observar  un cambio en las producciones creativas de danza contemporánea en los últimos cinco años en Argentina?
LR- Desde mi perspectiva, el cómo se está produciendo tiene que ver con muchas cuestiones: entre ellas, las crisis económicas, que se re-contra refleja en la producción; el que exista mucha gente dirigiendo y mucha gente haciendo danza. A partir de la década de los noventas, se comienza a generar un movimiento a través de los intercambios culturales; esto, gracias al nivel económico –estable- de esa época. A partir del año 2001 sucede lo opuesto: ya no se accede directamente a las prácticas culturales europeas; sin embargo el internet se vuelve una herramienta de principal acceso a la información, y es permisible para la creación y producción teórica, histórica; para los  flujos, intercambios, y la documentación entre los países latinoamericanos.
Son menos obras pensadas para grandes escenarios, las obras casi se dan a nivel de sobre-vivencia. Ya no con públicos o financiamientos para producir una obra de arte, ahora se está dando la producción autogestiva, es decir obras sin un solo peso. Sobre la relación entre arte y tecnología: es a partir del año 2004 que se fomenta esta a nivel internacional. Se debe rescatar el proceso lineal-histórico entre la literatura y el teatro; sin embargo lo real-realidad de lo que pasa en las obras es muy diverso. No es posible traspolar como un proceso lineal-histórico la creación de danza-conceptual de Europa, cuando acá –Latinoamérica- el contexto es muy distinto y muy diverso; además de que es más fuerte la literatura del teatro y el camino es otro. La danza-teatro existe en el imaginario popular y tiene su lugar. Se considera qué pasa a nivel social que movilizan otras cosas.
JC- ¿Qué nuevos problemas o nuevas tensiones presenta la danza contemporánea en la actualidad para ti?
LR- Debe existir un nivel de responsabilidad y compromiso. Actualmente se vive una  circunstancia de precariedad, por lo tanto hay que: o hacer política directamente y comienzar a gestionar -que es poco probable que esto dé frutos-; o pensar en una nueva forma de producir. Hay que ser director autogestivo; no solamente en los recursos públicos –digamos del Estado-, sino saber elegir con quienes trabajar, y trabajar juntos. En la danza, esto no pasa mucho, parece que los bailarines van solamente a bailar y el resto lo hace el que dirige. Traducción colectiva con responsabilidades compartidas, no solamente en el interior de una obra o a nivel de la creación, sino también a nivel producción y de gestión.
Si se va a crear entre todos, cada uno debe aportar algo: trabajo creativo, colaborativo, cooperativo; hacerlo en todos los campos, esto a nivel de estructura. A nivel interno: pensar la dirección no como el espacio del director; sino de confluencia, acuerdos, no acuerdos y desacuerdos (Horizontalidad en la toma de decisiones). Nadie manda a nadie hacer nada. El sentido de una obra es asumirlo conscientemente; no como el lugar del director, la obra misma tiene sus demandas y sus exigencias y de alguna manera todos tenemos que resguardar eso.
El bailarín muchas veces cree director, sin expresar ni opinar. No es así, al bailar, se está comunicando, está opinando, dando su mirada al mundo; es ingenuo no asumirlo de esa manera. Y en ese sentido, parece que el campo de la acción del gesto y del movimiento no tiene posición en el mundo, cuando sí lo tiene, sólo que con otro medio no es el de la palabra.
Más bien hay un desentendimiento en relación a la autoridad, que parece ser que la autoridad siempre es la autoridad de la palabra. Pero la del intérprete es la de la acción, el movimiento. La producción es demanda de la obra no del director. No me veo como una coreógrafa, me interesa más la puesta en escena, las lógicas que regulan la obra, las leyes que aparecen. Cada obra tiene mundo, leyes y exigencias propias. Me interesa la relación entre los campos (transversalidad) que la relación entre el cuerpo y el movimiento. Me interesa la relación con la palabra.  Literatura, artes plásticas, cine, teatro, fotografía, video, animación.  A partir de la fragmentación, crear continuidades. Hay una relación entre sistemas y entre campos al interior de una obra, porque no existen reglas generales. Cada obra necesita su propia ley. No debe ser concebida como una técnica; en tanto es arte, es producción de mundos.
JC- ¿Cómo creadora, que te interesa trabajar actualmente?
LR- Relaciones de colaboración, desaparición de las jerarquías, trabajos a la par. Relaciones entre cuerpo y fiesta, carnaval. Me gusta pensar en una dramaturgia de la danza no por teóricos sino directores; realmente fomentar la escritura de obras.
Para la última obra se invirtió en artistas visuales, fotografía, happening y performance de los 60s, videos y en filosofía. A partir del 2005 se integra la sociología; la relación entre cuerpo social y cuerpo individual; relación entre clasicismo y contemporaneidad; el cuerpo social y cuerpo común, y el cuerpo de la danza como extraordinario. Relación entre lo habitual y lo ordinario, y lo extraordinario; lo común y fuera de lo común; lo corriente y lo insólito; la calle y el estudio; el bailarín o el intérprete considerado como persona, el ser persona en el mundo. No dejar de lado las emociones, las afecciones, el contexto; sino hacer que afecte, circule, y nos haga producir de modo específico.
Por lo menos en este contexto donde pareciese que el cuerpo no tiene que ver con la danza, ni con la experiencia del cuerpo a nivel erótico, de sensualidad; como el lugar de existencia profundo el espacio metafísico, no solamente físico y material, también espiritual.
Eso es lo que me interesa de la relación de la danza con la literatura, el cine y teatro, que no le tienen miedo a la identificación del público, a la experiencia real, a la vida. En la danza hay un miedo que parece solo abstracción, no toca a  las personas. El trabajo de la danza es casi de volverlos a ser personas; o crear nuevas personas, alguien que no se es la vida; porque muchos entran en conflicto al ser personas dentro de la escena; en el sentido de que te mueve, te afecta de modo que no te afectaría en la vida, eres capaz de hacer cosas que no harías en la vida. En ese sentido sí me interesa la representación; por qué no ser otro, todo lo que creo que soy. Devenir algo que nunca seriamos.
Me interesa ir al límite de las convenciones, de la naturaleza, y al mismo tiempo de las construcciones. Construir cuerpos ficcionales y no cuerpos reales todo el tiempo. No saber nada del otro te hace que esa persona sea lo que es en ese momento, no te hace presuponer nada. Vas aceptando lo que el otro es a medida que aparece. Es un espacio de libertad, que muchos en la vida no lo hacen. La danza, en ese sentido me interesa porque está muy poco explotado, la desocializa, casi le saca el cuerpo a la posibilidad de experiencia.
 Algo que nunca atravesé como experiencia, como se sentiría eso físicamente, o a través de las palabras. Crear esa imaginación para ese cuerpo, y tener confianza en ella. Cuando leí El intruso de Nancy[2], pude imaginar la experiencia de tener un trasplante de corazón, y recuerdo la sensación física que me provocó. Pero asumir que es una construcción, que no es lo real. Jeff Wall[3] trabaja en la construcción de una realidad, re-naturaliza. Desnaturalizar para volver a configurar de otro modo. El gesto como un emblema, construido; como detener el mundo en un gesto pero entender que fue construido.




Lucía Russo.  Directora (coreógrafa), intérprete, docente, gestora cultural. http://luchiarusso.wordpress.com/
Josefina Camus. Licenciada en Lengua y Literatura Hispánica de la U. de Chile y egresada de Danza de U. Arcis.


[1] El Cuerpo y las Ciencias Sociales. Ramfis Ayús Reyes+ y Enrique Eroza Solana*
ECOSUR
[3] Jeff Wall fotógrafo canadiense nacido en Vancouver (Canadá) en el año 1946. http://www.jeffwalls.com/