miércoles, 24 de abril de 2013

Presagio



Hace unos días pensaba en la representación poética de la danza, en que me conecta con fibras de las emociones, las afecciones, me activa. Ayer, por primera vez practiqué la danza del vientre. El ritual es como un emblema que de-construye, como la disolución del caos dionisíaco.



¿Y qué si la escritura fuese como el soplo de los presagios? Como sacarse el corazón abriendo un hueco, dar lectura a una cortina de sangre, a la cartografía de un cuerpo profano. Yo fui una sirena, me regocijé en bancadas de lirios y nenúfares. Sobre las piedras del camino escribí: “iluminadas por la noche/ tres híbridos de mujer y ave…”.  Anoche era la noche. Bajo las nubes grises e inciensos de sándalo, sumergidas en un ritual de vida, tres mujeres  danzamos a la tierra. Como un codex, la música escribe al corazón, la ingravidez del cuerpo arroja púlsares con cadencia y calma. Un clarinete rompe halos nocturnos, el vientre se vuelve nacimiento de sol, acústica de un espacio entre voz y viento, siempre el viento. Nuestros pies se prenden al ramaje del suelo, de la tierra, cuerpos-círculos, movimiento, energía plúmbea, continuo resonar conjunto, danza, danza, gira. El ahogo escapa, vuelvo a la raíz.