domingo, 15 de enero de 2012

El mar es más grande que mi cuerpo

Pueda un alma sin fin inundar tu memoria

A.J.


En la vida aprehendemos a tomar la dedición, correcta e incorrecta, se debe tomar la decisión y decir: esto es lo que quiero, quiero vivir y no arrepentirme. Sólo me queda aprender a no temerle a la muerte. Yo no sé, no puedo definirla en palabras. Busco la aparente comprensión de mi realidad, el suicidio de mi conciencia. Mi conciencia es la mutación constante asesinada por el cielo y revivida en el mar. Es arrojada al vacío y seducida por el viento. He soñado con este mundo, las imágenes de un mundo perdido. He soñado, que le hago el amor a la arena de la playa, he soñado que camino por la orilla de una costa cubierta en niebla gris, un faro me dispara su luz, recostada sobre las rocas el mar me ahoga. Los sueños se repiten. El automatismo psíquico me arroja hacia el xepe de los seris. Los sueños se repiten. Mi pensamiento sometido al lenguaje onírico. Valle de los cirios como antenitas de coral orgánico, emiten y reciben nuestro canto hacia el espacio libre, llevado por el viento como un relámpago. El camino desértico me convierte en ave, basta sacarme los ojos para volar en el silencio. Ah! El silencio. El paisaje armónicamente integrado a mi silencio me dice de la nobleza de la vida y el recuerdo. Se vuelve la música sin tiempo. El camino hace cuestionarse: ¿qué es lo verdaderamente esencial? ¿Dónde reside la belleza pura e invisible? Discernir la percepción de la experiencia. La danza de la realidad es una ola, y la danza de las olas una realidad, su ritmo es el viento, onda desplazada a lo alto y arrojada fuera de sí. Su estabilidad es la manifestación de lo sublime. Bendito sea el paraíso-mundo Bahía de los Ángeles, he vivido una verdadera comunicación con la naturaleza y he desenterrado el recuerdo del camino desértico junto a mi padre. He vivido, un vínculo entre la geografía y la introspección, la armonía de la lógica marina y una constelación de palabras y transformaciones, de imágenes y conversiones. Escribo sobre la arena palabras con estrellas fugaces, cada una de ellas es una evocación del amor que guardo en mis genes, en mi cuerpo, en mi corazón, y se convierte en frío, en momento, en tu espíritu y tu alma. Porque lo has tocado todo, como los ángeles tocaron la bahía y se volvieron el latido del universo. Las raíces de azul celeste se extienden en mi sangre hasta el infinito. Duermo mirando las estrellas, entro en el sueño del sueño y estoy despierta. Soy la montaña. Estoy naciendo a una nueva noche-sombra y abro mis ojos como una mándala. La danza del macrocosmos ante mi nacimiento. Sueño que el mar es un abecedario de letras y símbolos multiplicados por constelaciones que son cíclicas e irrepetibles, sueño, que mi pensamiento va pescando palabras y la convierte en búhos de mármol y en aves con patas de flecha anunciando una dirección, o revelando dónde converge la luz, porque ante mis pies sucede la danza del agua en la orilla, mis pupilas re-conocen la luz refractada de la belleza, registro histórico y neuronal de mi yo-esencial, de mi espíritu aliviando el sufrimiento. Estoy sintiendo, el nacimiento de un nuevo tiempo y la agonía del pasado, viaje y nostalgia son acción y reacción poética, el corazón no tiembla arrinconado como un caracol, el corazón trasciende, encuentra nuevas formas y nuevo lenguaje, mar y luna, montaña y sol, las palabras forjan la realidad pero no la son, se estancan en las grietas de la existencia. Hay que atravesar y extender el espacio, imaginar, soñar. La verdad es la belleza que no puede verse, es interior. Veo el inmenso cielo eléctrico y sé de mi posición en esta tierra, transciende lo puramente personal y me recuerda que el mundo no me pertenece, yo pertenezco al mundo.