sábado, 6 de octubre de 2012

Slam Poetry en Le Drug Store, Tijuana.



El arte oculta su origen para
hacerlo presente como apariencia[1]


El pasado miércoles asistí a un Slam de Poesía organizado en el marco del Encuentro Nacional de Estudiantes de Literatura en la UABC, realizado en el tercer piso de Le DrugStore -esquina Cuarta y Revolución-, en el centro de Tijuana. Observaba el espacio al que nos adentramos y la vibra que me generaba, como de otra época en la ciudad; además, tantos jóvenes reunidos para un evento de poesía a nivel nacional, que no podía dejar de comparar el contexto –por exagerado que parezca- con uno de los movimientos más importantes durante los años cincuenta: Los beatniks, quienes además de la concepción contracultural y política, fueron considerados como una fraternidad.
Pensaba en los lazos amistosos, más que artísticos –o como diría Mavi Robles-Castillo: “porque la poesía es importante, pero más importantes son los amigos”- que se generan en encuentros como éste, donde convergen interpretaciones actuales del escenario creativo en diferentes puntos de la república.

“Slim, Slum, Slam”
            Para comenzar, diré que no se trata de una crítica al Slam, sino que hablaré de mi experiencia en este evento en lo particular. Como un preludio, he de decir que me pareció interesante la propuesta de poesía sonora a cargo de Azul Cobalto, una grupo compuesto por una chica con una voz suave y melódica interpretando poemas de Neruda, Benedetti, Longfellow y Sabines; acompañada de un muchacho desplegando sus manos para enredarnos en los acordes limpios y sugestivos de su guitarra. El malestar vino después.

No es el Slam, sino su diversidad de interpretaciones
 “Lo que es un hecho es que el arte sonoro puede ser música pero no toda la música es arte sonoro”[2], diría I. Martínez en un ensayo sobre poesía sonora, a lo que yo agregaría: el Slam puede ser poético, pero no toda la poesía es Slam. En lo personal, no me considero estudiosa de la propuesta –sea considerada escénica o no- del Slam Poetry, ni he seguido a detalle el desarrollo de esta manifestación a nivel nacional e internacional; sin embargo,  -y reitero, hablando de mi experiencia particular en este encuentro- no fue un sabor agradable el que me dejó, e ignoro si ese sea uno de los propósitos del mismo.
Una vez colocados los micrófonos y las luces como reflectores de un Set de televisión, nos adentramos en un formato similar al de un reallity show, un certamen de belleza –como señalaba Yaxkin-, o bien ya podríamos imaginarnos –dignamente-,  en un “Poetas por un sueño”.
Desde la presentación de los poetas y del jurado, oscilaba una capa de espectáculo televisivo: un preámbulo demasiado extenso, saturación de clichés que sólo aludían a una superficialidad. Alrededor de nueve participantes, cada uno de ellos con tres minutos para su participación -algunos leyeron, otros improvisaron, otros sólo se subieron a pajaronalgonear-, la dinámica consistía en que luego de cada participación, los tres miembros del jurado otorgaban una calificación entre 0 y 10.
            Si bien no es la primera vez que asisto a un Slam de poesía –fue en 2011, durante el VI Encuentro de poesía caracol-, si es la primera en la que observo que trasciende la competencia por encima del texto y del mismo acto creativo; y una catarsis desmesurada y hostil por encima de la interpretación del otro, -en este caso: espectador- y de los lazos que se crean en un microuniverso donde la poesía podría ser incluso un eje unificador, antes de volverse antagonista.
            No dejo de considerar las diversas opiniones que pudieran desprenderse luego de esta experiencia, tales como la importancia de que exista una plataforma que permita la libre expresión de aquellos que se identifiquen con la propuesta del Slam; sin embargo, me es difícil dejar de lado esa vibra imperante de competencia entre iguales ante la que me encontraba, de “yo soy más chingón que tú porque…”, incluso escuchar insultos y denigrar el libre espacio interpretativo; eso es y seguirá siendo para mí, un acto grotesco.
            Sería interesante hablar de la propuesta del Slam en su totalidad, pero sobre todo, qué significado le estamos dando quienes coincidimos en estos espacios en la ciudad, donde el arte y la literatura es lo verdaderamente importante; y ver si resulta paradójico o no que en el escenario actual de nuestro país, tan falto de cohesión social y la integración de un escenario tan diverso como el nuestro, llegué a ser una plataforma necesaria para la expresión –con todo el significado que esta conlleva- o tan sólo se vuelva un espacio más para la reproducción de patologías y patrones coludidos a la figura de poder.
            Y más aún, resulta interesante observar otras propuestas estéticas en torno a la actual poesía joven mexicana; ya que es así como se van desentrañando las diversas concepciones y significaciones acerca del acto poético, así como de los elementos básicos con lo que –el Slam- se desarrolla: la voz y el cuerpo; ya que el mismo acto creativo se invisibiliza hasta llegar a sobrevalorar cualquier exaltación del cliché, volviéndose un acto sensacionalista, efímero. Es decir, el cuerpo como erotismo y acto sexual, no me resulta novedoso.
            Y bueno, he de reconocer que no todo fue furia y competencia, hubo una chica –paticipante-, quien me comentó vino de Monterrey al encuentro interuniversitario de literatura, y que fuera de lo que ya conocía, o de lo fatuo que no causó mayor sensación, se apoderó de mi atención, ya que fue totalmente genuina y a la vez con una fuerza expresiva muy particular.   

La “micro-corrupción” de la poesía
            Casi al final del arrebato de pasiones –hasta parece nombre de telenovela- en el que nos encontrábamos, comenzamos a bromear sobre realizar próximamente el primer POE-TÓN, y veríamos desplazarse a la poesía en una silla de ruedas como acto propagandístico. Posteriormente nos encontramos ante una segunda ronda de finalistas, donde el jurado ya no tenía voz ni voto, sino sería el aplauso del público el que definiría al ganador. No sé si mi aparato auditivo se encuentre un poco atrofiado, pero resultaba un tanto evidente el triunfo de un muchacho rapero que logró prender a los asistentes, la sorpresa fue que el presentador  repitió la hazaña de los aplausos para terminar otorgando un empate entre el rapero, y un poeta que luego de su segunda participación, me hizo decidirme –su tuviera que elegir- por el rapero.          
              Fue así que, luego de alrededor de tres horas, concluyó el evento con los gritos de la palabra “corrupción”; que volviendo a la parte de la poesía como un eje unificador, en un contexto donde la individualización y el ego se predisponen,  me desencantó por completo la vibra de los asistentes, y donde peor aún, en una ciudad donde luchamos diariamente por otorgar credibilidad a la consciencia participativa y a la creatividad, tuve que escuchar absurdos tales como: “Si no eres de Tijuana, vales madre!”. Pena ajena, muchachos, pena ajena.

Sábado 6 de octubre, Tijuana 2012.
Karen Márquez Saucedo





[1]Toda creación es un plagio”, Luis A. Ayala Blanco, Revista Galleta China, número 6, 2011, Pp. 8
[2]Arte Sonoro”, Israel Martínez, Revista Literaria Tierra Adentro, Número 165. Pp. 7